«Calma»
Por la escuela de adultos a la que iba hace años a pintar, rondaba una lámina que no me decía nada, pero que todo el mundo insistía que era «de mi estilo».
Un día llego a clase y veo que una compañera del turno anterior la había dibujado a carboncillo.
En ese momento, al ver ese dibujo, lo entendí. La fuerza que le había dado ella a su obra decía mucho más que la lámina. Lo que me inspiró fue su interpretación del original.
Y entonces fue cuando les di la razón al resto de la clase: era «mi estilo».


El hombre siempre tuve claro como hacerlo: la textura de la capa de yeso, la parte de lápiz y el tono sin marcar volumenes; todo destinado a crear un aspecto de descuidada languidez.
Sin embargo el fondo me costó encontrarlo. No suelo cambiar tantas veces de idea, pero a veces tienes que insistir hasta que encuentras la buena.
Para los curiosos, aquí os dejo el proceso.